>
Como si de un balcón suspendido al mar se tratase, esta franja del Tirreno esconde diminutos y encantadores pueblos y fragantes limoneros entre villas majestuosas. Bella, primitiva, real e irreal al mismo tiempo.
Tanto si desea descubrir esta zona a través de la costa o si lo hacemos a través de sus tortuosas carreteras, nos parecerá que el tiempo se ha detenido y entramos en otra dimensión: que pueblos como Maiori o Minori no existen, que la vertical Positano se va a caer al mar en cualquier momento, que Amalfi, la más antigua de las repúblicas marineras de Italia, parece el capítulo de un libro de Historia, y que Ravello, la señorial Ravello, la de los grandes palacios y prósperas villas, sigue siendo feudo de ricos mercaderes que siempre vuelven a ella.
Este viaje también alberga tesoros como la colorida y siempre vibrante Nápoles: “Vedi Napoli e muori” (“Ve Nápoles y muere”), se suele decir… Tiendas de artesanía, pizzerías, heladerías y pastelerías tradicionales se mezclan en la siempre bulliciosa ciudad barroca por excelencia; y las majestuosas ruinas de las antiguas Pompeya y Herculano, consecuencia de la gran erupción del volcán Vesubio que se produjo en el año 79 d.C., que guardan todavía muchos secretos que esperan ser descubiertos.