
El Monte Kailash, un pico enorme con más de seis mil metros de altitud en la remota cordillera Gangdisé Shan, no sólo es adorado en la religión chamanística Bön de Tíbet, sino también por los budistas, hindúes y jainas. Se cree que es el centro del mundo, y entre los hindúes, el hogar de Shiva. Sin duda, una Experiencia única.
Los peregrinos viajan días por el terreno salvaje del oeste del Tíbet para hacer una kora (circunvalación ritual) del monte Kailash Kora con la esperanza de alcanzar una vida mejor. Cuantos más circuitos de se completan, más propicio es. Trece circuitos se consideran un número especialmente afortunado, mientras que los ciento ocho te recompensan con el nirvana instantáneo. Los creyentes más devotos van postrándose por todo el circuito; estirando todo su cuerpo en el suelo tras cada paso.
La caminata circular de unos cincuenta y dos kilómetros empieza y termina en Darchen, un inclasificable pueblo de ladrillos de barro en una tranquila llanura de pastos y yaks. Pisar la montaña en sí es pecado mortal.
El sendero de peregrinación la bordea a través de valles verdes y estrechos desfiladeros hasta el paso Drolma, a 5.600 metros de altitud. Éste es el punto más alto del kora, donde los peregrinos canta, se postran en las chortens (estupas) de piedra y anudan sus banderas de plegaria, que añaden una miríada de retales de todos los colores hechos trizas por el viento.
Mientras desciendes por el otro lado, la vista de la estriada pared norte de la montaña es deslumbrante y perfecta: líneas alternativas de rocas negras y hielo reluciente, que se alzan hasta un inmaculado y refulgente cono de nieve perfilado contra el azul intenso del cielo del Tíbet.
Caminar con los peregrinos resulta especialmente enriquecedor. La intensidad de su fe crea una atmósfera muy inspiradora y un espíritu alegre de empeño compartido mientras haces tu propia kora.